Una infección por la mosca parásita Cochliomyia hominivorax, cuyas larvas se alimentan de tejido vivo, fue descubierta en un residente de Maryland que había viajado recientemente desde El Salvador. Fue a inicios de agosto que los médicos confirmaron algo que no ocurría desde hacía casi seis décadas en Estados Unidos, el primer caso de miasis por gusano barrenador registrado en humanos en ese país.
El diagnóstico dejó en evidencia la fragilidad regional en materia de contención sanitaria. Mientras el hombre se recuperaba en un hospital estadounidense, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) señalaba el origen de la infección en El Salvador, un país que, entre diciembre 2024 y el 15 de agosto de 2025, acumuló 4,131 de casos en animales y cinco casos en humanos, según información oficial.
A la dinámica de movilidad humana se suma la falta de control sanitario en las fronteras y la ganadería ilegal. Migrantes que cruzan Centroamérica con heridas expuestas o sin atención médica; ganado ilegal que se traslada sin vigilancia veterinaria de Centroamérica hacia México; y las condiciones climáticas cada vez más cálidas y húmedas que favorecen la supervivencia y distribución del parásito.
Según el “Análisis del impacto potencial del gusano barrenador en México”, elaborado por el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) mexicano, “las moscas poseen una capacidad excepcional de desplazamiento y pueden viajar de 10 a 20 kilómetros en climas tropicales con una alta densidad de animales y hasta 300 kilómetros en menos de dos semanas”.
Centroamérica, en particular, ha sido testigo de un incremento de movilidad interna y transfronteriza, tanto humana como pecuaria, y de la expansión de plagas como la del gusano barrenador. Según el Instituto de Política Migratoria, en 1980 había unos 354,000 inmigrantes centroamericanos en Estados Unidos. Hasta 2023, se estima que había más de 4.3 millones.
En su ruta hacia Estados Unidos, a las caravanas centroamericanas se han unido miles de migrantes procedentes de Asia, África y, principalmente, de Haití, Cuba y Venezuela. Todos cruzan el Tapón del Darién: una selva tropical-pantanosa que se ubica en Panamá, que sirve de frontera biológica con Colombia, y une geopolíticamente a Centroamérica con Sudamérica, en donde el gusano barrenador es una enfermedad endémica.
De acuerdo con la investigadora Denisse Guevara, en 2019 empezaron a aumentar las olas de migrantes que pasaban por el Darién. Pero en 2021, con la salida de la pandemia COVID-19, los éxodos humanos se salieron de control. Ese año, más de 133 mil personas cruzaron la selva. En 2022, el número aumentó en el 90 % con el paso de 248, 284 personas.
“Los migrantes pueden traer la enfermedad”, explicó el doctor Enrique Samudio a los participantes del taller sobre la Situación actual del gusano barrenador en Centroamérica, organizado por el Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA). El taller se realizó en abril de 2024, cuando Samudio era el director general de Panamá en la Comisión Panamá – Estados Unidos para la Erradicación y Prevención del Gusano Barrenador del Ganado (COPEG).
Samudio contó en el evento que dos de los primeros casos de miasis en humanos que registraron afuera de la barrera biológica del Darién, en el rebrote de julio 2023 de Panamá, fueron dos migrantes: una niña de dos años con escabiosis, y una mujer de 36 años, que tenía una herida originada por la mochila que cargaba. Por el estado de la larva, dice Samudio, en ambos casos se “determinó que fueron contagiadas en Colombia”.
Cuando Panamá declaró su territorio libre de gusano barrenador en 2006, COPEG mantenía a raya los casos del mismo dentro de la selva del Darién. Pero eso acabó en 2023, cuando la movilidad humana rompió la barrera biológica.
La influencia de la ganadería ilegal
Otro factor que incide en el avance del gusano barrenador hacia el Norte de América es la ganadería ilegal. Esta práctica fue evidenciada, a través del documental “Patrullaje”, del periodista de investigación ambiental Camilo de Castro Belli.
El actual brote de gusano barrenador “se disparó en Nicaragua y pasó hacia Honduras y Guatemala… siguiendo las rutas que utilizan para el contrabando de ganado de Centroamérica hacia México”, remarca el investigador ambiental, exiliado por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua.
De Castro Belli señala que el régimen de Ortega y Murillo ha permitido la destrucción del área protegida Indio Maíz, donde colonos dedicados a la ganadería ilegal han deforestado cientos de hectáreas de bosque para criar ganado, cuya carne luego es exportada, principalmente, a Estados Unidos, El Salvador y México.
El periodista y activista ambiental considera que la región enfrenta una crisis sanitaria transfronteriza, y una crisis de contrabando de ganado “que está vinculada al crimen organizado y una crisis de deforestación masiva”.
El Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria de México (SENASICA) estima que cada año ingresan de contrabando hasta 800,000 cabezas de ganado desde Guatemala, reveló una investigación de InSight Crime.

La venta de aretes de identificación animal forma parte de la cadena del blanqueo de ganado. Diversas investigaciones periodísticas han mostrado lo fácil que es adquirir los aretes en el mercado negro por unos 100 pesos mexicanos (5.45 dólares americanos).
En estos mercados ilícitos también venden, en tierra guatemalteca, certificados de veterinarios mexicanos. Los broches y los certificados son vitales para certificar que las cabezas de ganado tienen trazabilidad.
El contrabando de ganado no solo beneficia a redes de corrupción, también abarata el precio del ganado producido en México y es un foco de infección del gusano barrenador.
Del 21 de noviembre de 2024 hasta el 1 de noviembre de 2025, el SENASICA confirmó 9,574 casos de miasis en animales. El gusano barrenador ha llegado a 13 Estados, incluyendo Oaxaca y Veracruz, que se encuentran a 700 millas de la frontera estadounidense.
Bloqueo ganadero
Desde noviembre de 2024, cuando se registró la reinfección de gusano barrenador en México, Estados Unidos decidió unilateralmente bloquear en tres ocasiones las importaciones de ganado mexicano. El cierre actual inició en julio.
Hasta octubre el cierre implicó pérdidas a productores locales superiores a los 837 millones de dólares (15 mil 461 millones 859 mil 150 pesos mexicanos), según el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA).
El bloqueo estadounidense ha hecho que el sector ganadero mexicano presione a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo para que ordene el cierre de la frontera sur de México, e imponga mayores medidas contra el blanqueo de reses.
Ambas peticiones han sido ignoradas por Sheinbaum que, en su lugar, ha conseguido el apoyo de Estados Unidos para fortalecer los criaderos de moscas: este noviembre, ambos países anunciaron el nuevo centro de dispersión de moscas en Tampico, que evitará la propagación de gusano al norte de México.

Ambos países implementan el “Plan de Acción para el Control del Gusano Barrenador del Nuevo Mundo”, que incluyen medidas como la certificación de corrales en México; el cierre parcial de las frontera para la importación de animales; y la construcción de una planta de moscas estériles al sur de México.
Crisis en el triángulo norte
Los climas húmedos y cálidos abonan a la rápida propagación del gusano barrenador, explica la doctora Jazmín Alcalá, profesora de parasitología de la Facultad de Veterinaria de la UNAM de México. Ella advierte, además, que el cambio climático viene a crear la tormenta perfecta para países con climas tropicales como en Centroamérica.
En El Salvador, desde diciembre de 2024, cuando el Ministerio de Agricultura confirmó el primer caso en reses en el oriente, hasta el 15 de agosto de este año, el país acumula oficialmente más de 4,131 casos en animales de distintas especies —vacas, caballos, cerdos, cabras, perros y gatos—, la mayoría caninos. Además, hasta la semana epidemiológica 33, se han registrado cinco casos en humanos.
Con recursos mucho más limitados, El Salvador ha intentado contener la plaga instalando cuatro puestos de control en los departamentos Morazán, La Unión, Usulután y Ahuachapán. Según cifras oficiales, se han inspeccionado más de 157,000 animales y los veterinarios han visitado al menos 12,500 fincas, mataderos y domicilios.

Mientras que, en Honduras el Servicio Nacional de Sanidad e Inocuidad Agroalimentaria (Senasa) de Honduras reportó 3,028 animales infectados el 8 de octubre. Senasa, dependencia de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG), sostiene que “la mayoría de los ganaderos están capacitados, revisan sus animales con frecuencia y aplican los tratamientos adecuados”.
Emilio Aguilar, director general del SAG-Senasa, aseguró que en las comunidades donde los tratamientos no están disponibles, técnicos de ese servicio “dejan latas de larvicida y acompañan a los ganaderos para que puedan hacer su trabajo con las herramientas necesarias”.
No obstante, Honduras es el país que reporta más casos de miasis por gusano barrenador en humanos. Hasta el 8 de octubre, había 199 casos registrados, 6 de cada 10 casos en mayores de 50 años de edad.
La crisis centroamericana no ha sido atendida como en el pasado, dice Luis Treminio, presidente de la Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios (CAMPO). No hay apoyos internacionales disponibles, pues México y EE. UU. concentran sus recursos en contener la plaga dentro de sus propias fronteras.
Paralelo a la plaga, la falta de acceso de información de parte de los Estados es también una realidad centroamericana. La última información oficial provino del Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA) en abril de 2025. Para este reportaje, se solicitó entrevista el 12 de septiembre y el 23 de octubre con Marcela Marchelli, jefa subregional de salud animal del OIRSA, pero no hubo respuesta.
La barrera de la esterilidad
La reinfección de gusano barrenador en las Américas ha vuelto a poner sobre la mesa la respuesta de Estados Unidos y México como potencias en la producción de millones de moscas estériles.
En la década de 1970, cuando el gusano barrenador afectó al sur de Estados Unidos y al norte de México, las pérdidas económicas fueron de más de 1.1 mil millones de dólares en un año, según el archivo histórico del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), alojado en la colección digital de la Biblioteca Nacional de Agricultura.
Ese impacto económico fue el detonante para crear la Comisión México-Americana para la Erradicación del Gusano Barrenador del Ganado (COMEXA) y expandir el programa contra el gusano barrenador hacia Centroamérica.
Entre 1960 y 1991, EE.UU. y México invirtieron aproximadamente 750 millones de dólares para erradicar la plaga en ambos países, según un análisis del gobierno de México sobre el Impacto Potencial del Gusano Barrenador.
“Las acciones conjuntas entre Los Estados Unidos de América, México y los países de Centroamérica permitieron su erradicación hacia el año 2001. Se estima que el costo de una potencial reinfestación en la región ascendería a 830 millones de dólares”, señala el informe.
Un especial periodístico de Mala Yerba, La Astilla y El Heraldo en el marco del programa Acción Climática, financiado por la SIP y la Unesco


