Andrea Ixchíu y la resignificación del desarraigo

Del exilio forzado a la reconstrucción del arraigo en tierras mexicanas, la defensora ambiental guatemalteca transforma la adversidad en una fuerza vital para su activismo, su comunidad y su emprendimiento.


En octubre de 2021, Andrea Ixchíu no sabía que estaba viviendo sus últimos días en Guatemala, el país que la vio nacer y en el que forjó su camino como defensora ambiental, comunicadora Maya K’iche’ y promotora cultural. Ese mismo mes, viajó a Glasgow, Escocia, para participar en la COP26, la cumbre climática más relevante del mundo. Fue allí, lejos de Totonicapán, donde recibió noticias que marcarían un antes y un después en su vida: su regreso a casa ya no era seguro.

“Me entero que está todo este proceso de criminalización y violencia. Y yo ya no pude volver. Literal, con la maleta con la que salí a la COP me quedé fuera del país”, recuerda Andrea, ahora establecida en México.

Desde entonces han pasado más de tres años. Lejos de paralizarse, Andrea ha transformado su exilio en un motor de creación, resistencia y transformación. Hoy, resignifica el desarraigo como parte de un proceso vital que impulsa su liderazgo en Futuros Indígenas, una red de activismo ambiental, y da vida a un proyecto familiar de cervecería artesanal: Chela Chicatana, un taller sostenible que florece en tierras mexicanas.

Repensar el exilio

Lejos de concebir el exilio como una experiencia únicamente de pérdida, Andrea lo confronta desde una reflexión crítica que desafía las nociones tradicionales.

“El exilio me ha llevado a cuestionarme mucho la idea clásica que tenemos de los años 80. Hoy implica una serie de violencias distintas: discriminación, precariedad, refugio deshumanizado, e incluso abandono por parte de algunas organizaciones que deberían acompañarnos”, advierte.

A pesar de estos desafíos, Andrea ha logrado potenciar sus proyectos personales y colectivos. Además de consolidar su rol en Futuros Indígenas, ha sido parte del nacimiento de Milpamérica, una nueva red social impulsada por líderes indígenas de Mesoamérica que busca disputar el relato dominante en el ámbito digital. Desde allí, impulsa un activismo que “hackea la conversación sobre la crisis climática”, dice, desafiando las narrativas impuestas por los poderes hegemónicos.

“Ante el odio que insiste en negarnos nuestra dignidad, que se empecina en perseguir nuestros sueños y tenernos lejos de casa, cuidar el corazón y sanar el espíritu es fundamental para habitar con fuerza, rebeldía y alegría el cuerpo, los nuevos territorios y seguir ampliando nuestras raíces”, escribe Andrea en uno de sus relatos más personales sobre el exilio.

Milpamérica: la disidencia digital

Tras su salida de Guatemala, Andrea se volcó al trabajo digital desde el colectivo Hackeo Cultural, donde se gestan narrativas desde y para los pueblos indígenas. De ese cruce de caminos nació Milpamérica, una plataforma creada por 25 defensores del territorio de México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica. El objetivo: construir una red propia que escape de los márgenes del modelo capitalista que domina las redes sociales tradicionales.

Aunque buena parte de su trabajo ocurre en el plano digital, Andrea mantiene una fuerte conexión con Guatemala. “Sigo vinculada con la bandita, haciendo laboratorios, manteniendo el contacto con la gente de mi territorio”, cuenta.

También ha encontrado comunidad en México. Forma parte activa de la diáspora guatemalteca que participa en Casa Centroamérica, una organización que acompaña procesos migratorios y fomenta el sentido de pertenencia entre personas desplazadas. Allí, según Amarilis Acevedo, coordinadora de vinculación comunitaria, Andrea es una figura clave: “Una mujer con conciencia política profunda, que con mirada anticolonial nos recuerda que tenemos derecho a habitar esta tierra, sin importar el nombre del país donde nos encontremos”.

Chela Chicatana: una venganza hecha con alegría

En octubre de 2024, durante una actividad comunitaria de Casa Centroamérica, Andrea presentó a su comunidad el fruto de un sueño compartido con su familia: Chela Chicatana, una cervecería artesanal que nació como acto de resistencia y de amor propio. “Nuestra venganza es ser felices”, escribió Andrea cuando comenzó a formular el proyecto.

Chela Chicatana no es una cervecería cualquiera. Inspirada en los valores de autonomía y respeto al territorio, utiliza ingredientes locales, evita conservadores y funciona con energía solar. Más que una bebida, es una celebración del arraigo reencontrado, de la memoria que fermenta en cada lote, de la alegría que resiste.

Así transcurren los días de Andrea Ixchíu: tejiendo comunidad con la diáspora centroamericana, hackeando las narrativas sobre la crisis ambiental y fermentando cervezas que cuentan historias de exilio, memoria y fuego ancestral. Una vida que no imaginó, pero que hoy abraza con dignidad, convicción y esperanza.

Este texto forma parte de la serie Contar el Exilio, producida en colaboración con DW Akademie, el Instituto de Prensa y Libertad de Expresión -IPLEX- y la Red Latinoamericana de Periodismo en el Exilio -RELPEX-; Forma porte del proyecto Space For Freedom en el marco de la iniciativa Hannah Arendt  financiada por el Ministerio de Relaciones Exteriores.