Crisis climática: calentamiento del mar asfixia a la pesca artesanal salvadoreña

El aumento de temperatura del mar está provocando la migración de especies de importancia comercial hacia aguas más frías y lejanas, dejando sin sus medios de subsistencia a las personas que se dedican a la pesca artesanal de la zona occidental de El Salvador. La reducción de peces, cangrejos, curiles y langostinos, está generando pérdidas económicas, problemas de salud mental e inseguridad alimentaria en pescadores artesanales. Mientras que, biólogos locales registran el aumento de temperatura entre los años 2019 y 2024, las cuales pasaron de 27 a 31 ºC, sobrepasando la temperatura media de 29 ºC.


Es una tarde calurosa de mayo en el pacífico salvadoreño. El mar está picado — agitado — en la playa Metalío. Así lo reflejan las imponentes olas que llegan a la costa de esta comunidad del distrito de Acajutla, en el municipio de Sonsonate Oeste; ubicado a una hora y media de distancia de San Salvador, la capital de El Salvador.

En la orilla de la playa está encallada Perlita, una lancha artesanal blanca con una línea turquesa que destaca su nombre. La embarcación es propiedad de Blanca Meléndez, una pescadora de 34 años de edad, piel trigueña y estatura alta. Esta tarde y bajo el intenso calor, ella junto a su esposo Juan Alas, y su hermano, José Mélendez, se preparan para ir al mar. Suben las redes, instalan el motor, limpian la hielera y preparan la carnada para pescar. 

La jornada es decisiva para los pescadores, pues llevan semanas sin atrapar los peces necesarios que aseguren su subsistencia. En Metalío la pesca, para personas como Blanca Meléndez y su familia, está siendo afectada por el aumento de temperatura del mar; un fenómeno que reduce el oxígeno del agua, provocando la migración de especies de interés comercial hacia áreas más frías que les permiten adaptarse a esta nueva realidad climática, según expertos y pescadores consultados por la alianza de los medios MalaYerba y Disruptiva, con apoyo de Climate Tracker América Latina. 

“Como decimos los pescadores, vamos (al mar) solo a colar el agua. Uno tira las redes, y así como van solas, así las sacamos. Antes hacía dos lances (de redes), hoy se hacen cinco o seis, esto para sacar para el pago de combustible y para comer un poco”, explica la pescadora. Este problema que describe es parte de las pérdidas y daños asociadas a la crisis climática. 

Los pescadores de Metalío están afrontando solos la crisis climática. Video: Marvin Díaz

En los últimos 16 años trabajando en el mar, Blanca ha sido testigo y víctima de los efectos de la crisis climática en la costa salvadoreña: frecuentes e intensas olas de calor, aumento de temperaturas del mar, tormentas tropicales y huracanes. Estos fenómenos meteorológicos provocan daños económicos y, como consecuencia, emocionales en su hogar. 

En El Salvador, tradicionalmente, son personas de bajos recursos económicos quienes realizan la pesca artesanal. Las y los pescadores se asientan a lo largo de los 331 kilómetros de la costa pacífica, zonas ribereñas y manglares. En 2006, se calculó que en el país habían 21,112 pescadores artesanales ubicados en 234 comunidades costeras, según el estudio Análisis y Propuesta del Sector Pesquero Artesanal de El Salvador, realizado por Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE) con apoyo de la Unión Europea.

En el período del 3 de enero de 2008 al 6 de mayo de 2019, el Sistema de Registro Nacional de Pesca y Acuicultura, del Ministerio de Agricultura y Ganadería, contó con un total de 9,911 permisos para pesca artesanal. 

Sin embargo, a partir de la primera gestión del presidente Nayib Bukele, los registros empezaron a ser escasos e inexistentes. Para este artículo, el 25 de junio se solicitó una entrevista al personal de prensa tanto del director del Centro de Desarrollo de la Pesca y la Acuicultura (Cendepesca), Edgar Palacios; como del ministro del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), Fernando López. Ninguno de los funcionarios, ni sus empleados de prensa, atendieron a la solicitud.

Agua en ebullición

En los últimos 40 años, los niveles de calentamiento de los océanos en el mundo han variado de manera significativa. Datos históricos del Centro Nacional de Información Medioambiental, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), de los Estados Unidos, reportaron temperaturas de la superficie de los océanos que van de 0,29 °C hasta 0,67 ºC grados Celsius, entre los años 1980 y 2022. Estas temperaturas pueden cambiar según la región. En algunas partes del mundo puede haber enfriamiento y, en otras, un aumento de temperaturas.

Según registros de la NOAA, la temperatura varió en los años 2016, 2019 y 2020, las cuales estuvieron entre los 0,76 ºC, 0,74 ºC y 0,73 °C, respectivamente; estas temperaturas cayeron a 0,63 ºC en 2021, pero aumentaron a 0,67ºC en 2022. Estos han sido los cincos años más altos en cuanto al calor anual de los mares. 

En 2021, las evidencias de las altas temperaturas también fueron documentadas en el capítulo 9 del Sexto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El informe advierte que el calentamiento de los mares seguiría aumentando hasta 2100 y, probablemente, hasta 2300, incluso, en escenarios de bajas emisiones, debido a la lenta circulación de las profundidades del mar.

El mar y los ecosistemas de manglar absorben alrededor de un 23 % de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y el 90 % del exceso de calor causado por la crisis climática. A esto se le conoce como efecto tampón, según explicó Angelo Picardo, licenciado en ciencias del mar y máster en oceanografía y gestión ambiental de medio marino. El experto explicó que al mar le cuesta mucho más cambiar su temperatura por la capacidad calorífica que tiene.  

“El funcionamiento del océano, en conjunto con la atmósfera, es distribuir ese calor desde el Ecuador hacia los polos; por eso hay corrientes transportadoras de calor. Se llaman giros subtropicales y son grandes flujos de corrientes que hacen que el agua caliente se transporte a zonas más frías”, dijo Picardo.

El experto también explicó que la costa salvadoreña es una de las más calientes porque se encuentra en la franja tropical, ubicada en el Pacífico Oriental. Esta se caracteriza por tener una alta variabilidad climática y porque en esta área se dan fenómenos como El Niño (cuando el Pacífico se calienta más de lo habitual), y La Niña (cuando las temperaturas del océano se enfrían).

La temperatura superficial del mar varió en los últimos 5 años en El Salvador. Por ejemplo, marzo y abril de 2018 fueron los meses más calurosos de ese año, según datos de Clima Pesca, una iniciativa del Sector Pesquero y Acuícola del Istmo Centroamericano (OSPESCA), en esos meses la temperatura alcanzó rangos de 27 °C a 30.9 °C. 

En esos mismos meses, pero entre 2019 y 2023, las temperaturas variaron entre 27.7 °C y 31.57 °C. Estos parámetros aumentaron en 2024 con temperaturas entre 27.74 °C y 31.86 °C, detalla Clima Pesca en su registro histórico. 

Mientras tanto, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) reportó temperaturas de 27 °C a 30°C en distintas zonas costeras, entre ellas: Los Cóbanos, La Libertad, Estero de Jaltepeque, Bahía de Jiquilisco y La Unión, aparece en el “Pronóstico de salinidad, temperatura y corriente en la superficie del mar”, publicado en marzo y mayo de 2024. 

Entre septiembre 2014 y julio de 2016, en los arrecifes de la playa Los Cóbanos, una área natural protegida ubicada en el departamento de Sonsonate, se registraron temperaturas de 31 °C a 34 °C; en 2023, ese parámetro se mantuvo, según documentó el Centro de Investigación Marina y Limnología (CIMARyL), del Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación (ICTI), de la Universidad Francisco Gavidia (UFG). Usualmente, las temperaturas en esta zona de la costa rondaban entre 27 °C o 29 °C. remarca Johanna Vanessa Segovia Prado, coordinadora del CIMARyL.

No solo el mar ha experimentado calentamiento, los humedales del occidente del país también son afectados con la crisis climática. En el manglar Metalío llegaron hasta 30 °C, reportó la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES) y el Centro de Investigación y Desarrollo en Salud de la Universidad de El Salvador (CENSALUD-UES) en su monitoreo de calidad de las aguas en  sistema estuario; realizado entre los meses de abril y junio de 2023. Los manglares albergan el 75 % de las especies de fauna costera con importancia comercial, detalla el estudio. 

Además, en el manglar de Barra de Santiago (Sitio Ramsar) se reportaron temperaturas 30 °C; en Garita Palmera 32 °C y en Bola de Monte 33 °C. Los humedales monitoreados son los medios de vida para muchos pescadores artesanales del occidente del país, siendo una fuente de economía y de alimentación, como es el caso de la pescadora Blanca Meléndez.

Estos parámetros evidenciaron que la temperatura de los manglares de Metalío, Barra de Santiago y Garita Palmera, se encuentran en “niveles normales”; Sin embargo, el humedal de Bola de Monte registra un aumento, ya que la temperatura “normal” en estos ecosistemas ronda entre  26 °C y 32 °C, según explicó Marcela Díaz, bióloga y coordinadora territorial de la Red Hidroclimática Comunitaria de la UNES. “Si la temperatura pasa a 33 °C o 34 °C, eso quiere decir que esa temperatura está fuera de los valores aceptables. Entonces, esto hace que haya un ambiente inhóspito para los seres vivos que habitan allí (manglares). Puede haber una muerte o desplazamiento de los individuos de las fauna”, dijo la experta. 

Las altas temperaturas son un riesgo para las especies que viven en el mar y los manglares. Los peces, los crustáceos y los moluscos, se estresan ante temperaturas de más de 29 °C, así lo explicó el máster en biología marina, Oscar Armando Molina Lara, quien lleva 23 años estudiando diferentes ecosistemas marinos en el país. Para que una especie pueda sobrevivir en el agua, las condiciones óptimas tienen que ser entre 25 °C y 29 °C, añadió el experto. “Hay momentos en que todas las especies de los bosques salados y del mar llegan a un estrés, siendo propensos a plagas, enfermedades, o permitiendo que otras especies invasoras (no nativas) lleguen a estos ecosistemas”, dijo. 

Algunas de las especies afectadas consideradas de gran importancia comercial para los pescadores artesanales, son: el pargo, el atún, las corvinas, los langostinos, los cangrejos y los curiles (conchas). Estas dos últimas habitan en manglares y se estresan en época de lluvias intensas ya que se reduce el ingreso de agua salada a los humedales que viven de agua salobre; provocando la muerte de los especímenes, detalló el biólogo marino.

No solo el calentamiento es un riesgo para los animales del mar, también lo es la alteración del potencial de hidrógeno (pH) en el agua. Los bajos niveles de pH hacen que los gases de efecto invernadero se fijen en el océano y provocan una acumulación de CO2, generando la acidificación en el ecosistema marino, es decir, las aguas se están volviendo ácidas.  

“La composición química del agua cambia de su forma natural a ácida. Los océanos se están haciendo ácidos”, explicó Alberto González, biólogo marino y máster en Ecología Marina, quien tiene 17 años de experiencia.

El calentamiento también está impactando en el hábitat de especies marinas, como los arrecifes, ecosistemas que sirven como refugio y fuente de alimentación para los peces, aseguró Alejandra Trejo Ramos, bióloga del CIMARyL. Ella junto a Segovia han estudiado durante años los arrecifes de los Cóbanos, en Sonsonate.  

Trejo explicó que el aumento en las temperaturas está provocando cambios en la composición biológica de los ecosistemas marinos; por ejemplo, en aguas más cálidas la disponibilidad de oxígeno es menor que en aguas frías, los organismos se tienen que adaptar a condiciones con menor oxígeno o movilizarse para encontrar sitios ricos en oxígeno. “Este desplazamiento sucede porque las especies van en busca de mejores condiciones tanto de disponibilidad de oxígeno como para alimentarse mejor”, apuntó la bióloga.

Segovia señaló que los cambios de temperaturas, así como la interacción entre el estrés térmico y otros factores de contaminación por nitrógeno, están aumentando la frecuencia e intensidad de los eventos de blanqueamiento de los arrecifes de coral en el país. 

“Estudios han demostrado que el estrés térmico causado por el cambio climático es una de las principales causas de blanqueamiento de coral en Los Cóbanos. Esto tiene efectos en cascada en los ecosistemas marinos, como cambios en la estructura tridimensional de los arrecifes, disponibilidad de ecosistemas, servicios ambientales y en la diversidad de especies que dependen de sus hábitat”, explicó Segovia. 

Este cambio en el clima, así como sus afectaciones a los ecosistemas marinos,  fueron documentadas en diversos reportes de la NOAA, en investigaciones del programa para el medio ambiente de Naciones Unidas, de OSPESCA y de la Universidad Centroamericana de Nicaragua

El fin de la pesca maravillosa

Blanca Meléndez tenía 18 años cuando su padre la llevó por primera vez al mar. Desde muy joven aprendió a atrapar macarela, atún, pargo rojo y otras especies; muchas de estas eran comercializadas en restaurantes o negocios de la comunidad y, en otros casos, servía de alimento para la familia. “En 2006, la pesca era maravillosa porque en una jornada de ocho horas lográbamos pescar entre 100 y 300 libras”, recuerda la pescadora.

Los ingresos que obtenían por la venta del producto eran de entre $100 a $300 una vez a la semana. Ese dinero, según comentó, lo utilizaban para comprar granos básicos y otros alimentos; también, una parte era invertida para la siguiente jornada de trabajo. Meléndez invertía en una jornada un total de $31: $25.00 en combustible y aceite para el motor, y $6.00 en alimentación. 

Los tiempos de bonanza y de la pesca “maravillosa” quedaron atrás. Desde 2021, esa actividad en la playa Metalío ha disminuido por diversos factores, entre ellos, el sobrecalentamiento de las aguas del mar, las épocas de invierno y otros fenómenos meteorológicos.

Esto ha impactado significativamente en el tiempo de jornada laboral, la economía y la alimentación de Meléndez. De las 100 a 300 libras que capturaba en 2006, ahora solo alcanza entre 20 a 60 libras de peces. 

El 3 de junio, con el fin de conocer los registros de la pesca artesanal de los últimos cinco años, estos medios solicitaron los anuarios de estadísticas pesqueras y acuícolas a la Oficina de Información y Respuesta (OIR) del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG). El 11  de julio, la OIR  suspendió el plazo de respuesta para entregar los anuarios, bajo el argumento que la información que le fue entregada para esta investigación tenía “discrepancias” y solicitaría “informes periódicos a la unidad administrativa”, se detalla en la resolución.

Los únicos registros oficiales accesibles al público son las estadísticas 2019 y 2020 del Centro de Desarrollo de la Pesca y la Acuicultura (CENDEPESCA), del MAG. En esos años, la pesca de especies marinas — peces, crustáceos y moluscos — para el sector artesanal disminuyó de 8,063,595 a 6,940,064 kilogramos, una pérdida de 1,123,531 Kg.(2,476,962 libras) Lo que significó una caída de $20,677,719 a 16,286,353 dólares, es decir, una pérdida económica de $4,391,366.  

En el caso de la pescadora Meléndez sus ingresos cayeron de $300 a $60, y en ocasiones, solo consigue $20 dólares en un día de trabajo. Ese dinero, según comentó, no le alcanza para cubrir la inversión en combustible, aceite y alimentación, los cuales pasaron de $31 a $75 dólares por jornada laboral.

El aumento de los costos por jornada se debe a la ampliación de 8 horas a 24 horas; con recorridos más largos, los pescadores aseguran llegar a los peces. Años atrás se movilizaban a dos millas náuticas mar afuera, a menos de cuatro kilómetros; ahora, tienen que salir a seis o siete millas náuticas, o sea unos 13 kilómetros. En la búsqueda de peces, Mélendez ha viajado desde Metalío hasta la playa Garita Palmera, unos 24 kilómetros de distancia, en la zona costera fronteriza con Guatemala. “Uno se arriesga al ir a buscar los peces. Así como emigra el pez, así nosotros lo seguimos”, compara la pescadora Meléndez, antes de salir y enfrentarse a los fuertes vientos y las olas de esa tarde.

Tanto ha sido la afectación que, meses atrás, Meléndez tuvo que vender uno de sus motores para pagar un préstamo que había adquirido con un banco. Ella cuenta que ha dejado de pescar para dedicarse a la siembra de hortalizas en su huerto casero o trabajar en los desazolves de los canales del manglar en Metalío. 

La pesca en épocas de invierno es más difícil. Por ejemplo, la pescadora pasó una semana sin trabajar en el mar por las lluvias torrenciales registradas del 14 al 21 de junio, que dejaron inundaciones en Metalío, según los reportes de Protección Civil y liderazgos comunitarios de la zona. 

Los bajos ingresos y la falta de trabajo ha llevado a Mélendez y su esposo Juan Antonio Alas, a vivir en constante preocupación y depresión. Para mejorar su situación económica, ambos han considerado migrar de forma irregular hacia otro país.

La disminución de peces en la costa de El Salvador no es nueva.  En 1998, los recursos pesqueros disminuyeron por la sobreexplotación y por las afectaciones que dejó el huracán Mitch en el país, y luego de los terremotos de enero y febrero de 2001, según un informe de la Universidad Centroamericana (UCA) en Managua, Nicaragua

Según ese estudio, El Salvador, Honduras y Nicaragua, aportaron 1,076,38 millones de dólares del valor total de la producción pesquera y acuícola durante el año 2006. El Salvador fue el que menos contribuyó con el 17,46 %; mientras que, Honduras encabezó la lista con 58,8 % y luego le siguió Nicaragua con 23,7 %. 

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) define las pérdidas y daños como aquellos impactos inevitables del cambio climático que puede ser económicos o aquellos que son complicados o inviables de asignarles un valor monetario, que tienen lugar independientemente que se emprendan o no esfuerzos de mitigación y adaptación. 

En el caso de los pescadores artesanales de Metalío, ya sufren de estas pérdidas y daños. Y mientras la ayuda llega, la pescadora Meléndez aún guarda la esperanza de que los “tiempos de la pesca maravillosa” vuelvan a su playa. Ella se compara con los pájaros en busca de alimento: va, viene y regresa con comida. “Así somos nosotros los pescadores, de un momento a otro Dios nos va a bendecir”. 


Este artículo fue producido con el apoyo de Climate Tracker América Latina